CASAS GRANDES





CASAS GRANDES






El pueblo de Casas Grandes recibe su nombre debido a la cercanía que guarda con la zona arqueológica de Paquimé. Los franciscanos se establecieron con una conversión de indios janos y sumas en el año de 1661 nombrando al lugar San Antonio de las Casas Grandes. Actualmente es cabecera del municipio del mismo nombre y resulta un ameno paseo visitar el río cubierto de álamos, la plaza principal y la iglesia parroquial.


 



LAGUNA RODOLFO FIERRO.
A unos kilómetros de Casas Grandes, por la carretera que nos lleva a Galeana, se localiza la laguna Rodolfo Fierro, donde se practica la pesca y el esquí acuático. Esta laguna fue construida por los mormones en 1885 quienes al verse en la necesidad de distribuir el agua del río Casas Grandes para su siembra, desviaron la corriente por un pequeño cauce para almacenarla.
Esta laguna distribuye el precioso líquido a Nuevo Casas Grandes, Casas Grandes, Colonias Dublán e Hidalgo.




EL ARROYO DE LOS MONOS

Este lugar está a 35 kilómetros de Casas Grandes hacia la colonia Madero, es interesante por el paisaje que lo enmarca y los restos arqueológicos que guarda: elementos de la cultura mogollón, hohokan y quizá alguna remembranza de la cultura anazasi. Lo que hace más atractivo el sitio son sus pinturas rupestres que dan el nombre al lugar: figuras humanas y rasgos abstractos, así como escenas de cacería.





Cueva de la Olla, lo arqueológico de Chihuahua
Se encuentra a unos 47 kilómetros al suroeste de Nuevo Casas Grandes, cerca del Ejido Ignacio Zaragoza. Se llama así porque cuenta con una estructura redondeada, semejante al de una olla. En realidad es un granero donde la cultura paquimé almacenaba alimentos para consumirlos durante el invierno.




















CERAMICA DE MATA ORTIZ

En el estado de Chihuahua, en México, hay un pueblito lleno de ceramistas de primer nivel. Algunas de sus obras lo dejan a uno suspendido en el aire; son realmente admirables.
Han logrado rescatar el espíritu de lo antiguo, del arte que surgió en esas mismas tierras, y a la vez lo han transportado a nuestros tiempos, dotándolo de una espacialidad y un dinamismo que no suelen existir en las obras originales.
Es como si la línea estética de los aborígenes nunca se hubiera detenido; como si hubiera seguido su rumbo recto como una flecha desde los tiempos precolombinos hasta nuestros días - y más allá.
Constituye un muy buen ejemplo de la suma de energías: toda la energía del pasado indígena y de la tierra americana aún reside en esas vasijas, pero las líneas son muy otras, y transmiten la energía de los tiempos actuales. Un mix perfecto.
El nivel estético alcanzado por algunas de estas obras es de un nivel tal, que uno se pregunta si no se acercan a una futura clasificación de "clásico".








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